POR CARLOS VEGA

Gustavo Cerati nunca fue mi amigo. Me hubiera encantado, pero no lo fue. Lo entrevisté cuatro veces en un periodo de siete años (de 1999 al 2006), pero nunca se acordó de mí ni de mi nombre, por lo que cada vez tenían que presentarme: “Gustavo, él es Carlos”. “¿Cómo va, Carlos? ¿Todo bien?”… Aunque eso también tenía su encanto porque cada vez era como la primera.

La última vez que me “presentaron” con él fue el mediodía del miércoles 9 de agosto del 2006. De visita en Miami con motivo de la gira Ahí Vamos, me encontré con el maestro para entrevistarlo, aunque más que entrevista fue una amena charla sin presiones de tiempo en la que empezamos hablando de su disco y del rock, y terminamos hablando de Shakira.

Las veces que lo entrevisté siempre lo traté más con respeto que con admiración, sin que lo segundo dejara de asomarse de vez en cuando. Con el paso del tiempo uno va apagando las veladoras que de adolescente se pusieron en el altar, por lo que cada vez que me encontré con él me aseguraba de dejar en la puerta de entrada los residuos de aquel amor puberto de música ligera. Será por eso que nunca le pedí un autógrafo o una foto, aunque sinceramente me arrepiento de no haberlo hecho.

Aquel mediodía del 9 de agosto lo que menos me pasó por la mente fue que ese sería mi último encuentro con él. No había razones para pensarlo. Ni sus entonces recientes problemas de salud ni su frase al final de nuestra charla -que a la postre resultaría un tanto funesta- eran lo suficientemente importantes como para pensar que nunca más charlaría con él. Haber pensado en su muerte en aquél momento hubiera sido casi tan absurdo como pensar que Soda Stereo se juntaría de nuevo; y sin embargo, ambas cosas pasaron.

Lo que tampoco imaginé aquel día fue que perdería el casete de video que contenía la entrevista, y que no lo encontraría sino seis años después. Para entonces, Cerati ya llevaba poco más de dos años en coma, por lo que ese casete con esa entrevista inédita se había convertido para mí en una especie de tesoro; de un tesoro que no quería compartir con nadie.

Fue a raíz de su muerte en septiembre del 2014 que mi egoísmo se esfumó y decidí que en algún momento publicaría esa entrevista “perdida”, y compartiría el pensamiento y la visión de Cerati de esa etapa de su vida.

De manera que aquí en Los Casi Famosos abro el cofre en el que guardo uno de mis más preciados tesoros profesionales. Por motivos de espacio comparto solo una parte de la charla, pero seguramente ya habrá otro momento más adelante para publicarla completa.

¿Cómo asimila un músico la madurez sin caer en lo sobrio? Tienes una trayectoria larga y sin embargo tu música no es para adulto contemporáneo.

No me gusta la idea de hacer música orientada hacia los adultos. En realidad no me gusta hacer música orientada hacia nada, si es posible. Soy una persona que me interesa incorporar formas nuevas de música, soy amante de la música antes que músico; digo, compro discos. También es una forma de refrescarse uno en cada disco, hacer cosas diferentes. No estoy intentando seducir a las nuevas audiencias porque no tengo la llave para eso. Pero en la inquietud de lo que yo hago, evidentemente sincronizo con un nuevo público que se va acercando, además del que sigue a lo mejor lo que voy haciendo. Está bueno que pase eso y no ser algo así como direccionado. Y por otro lado debe ser que yo soy como un eterno adolescente, algo así, como que una parte de uno no quiere soltar eso. Así que también tendrá que ver con eso.

¿Y qué parte de esa eterna adolescencia estás viviendo ahora? Te lo pregunto porque hace poco tuviste algunos problemas de salud, problemas circulatorios. Leí que empezaste a cuidar tu dieta, a ir al gimnasio… Es difícil imaginarse a Cerati en un gimnasio.

Lo del gimnasio es una imposición que me puso el cuerpo. Tengo más de 40 años y como tal empiezan a sonar las alarmas. Hasta esta edad, uno ni se preocupaba por eso, pero cuando ya empiezan a decirte “ok, tenés que ocuparte de esta historia”. Uno piensa, si querés hacerte pomada rápidamente, el rock puede ser una buena forma también (de hacerlo). Decido que necesito ponerme un poco más a punto con eso, y bueno, el organismo me está pidiendo que me cuide en ese aspecto. Yo no dejo de hacer nada de lo que me gusta hacer, pero a lo mejor cuido más los extremos, y es natural que haya cosas que ya no me interesen tanto como cuando tenía 20 años. Pero me sigo sintiendo un adolescente en el sentido que por ahí lo que me motiva para hacer música, y hay ciertas cosas que parecen no cambiar. Pero yo no creo que este diciendo algo muy especial que tenga que ver conmigo, lo veo en general eso. Aunque también tengo que reconocer que gente de mi edad, que a lo mejor se dedica a otras cosas, la veo como… sí, realmente muy adulta (risas). Y en ese aspecto yo me siento muy infantil frente eso. Me preocupo de cosas que pienso que son profundas, pero en realidad en la vida diaria me sigue gustando mucho divertirme, y realmente me siento muy agradecido de hacer lo que hago y pasarla bien con ello.

¿Qúe tal fue la experiencia con Shakira de producirle un disco? Hubo muchas opiniones encontradas al respecto.

La verdad que mi actitud con Shakira fue al principio de tener un prejuicio, y los primeros acercamientos que había hecho ella a través de la compañía yo decía “no, la verdad que no tiene nada que ver”. También uno piensa: “yo me mezclo en esto y por ahí me cambia….”. No sé, esas cosas que uno piensa que pueden tener algo de razón, pero en definitiva a veces es más miedo de uno de no salir bien parado de esa situación, de no creer en uno mismo. Después la enseñanza viene: tenés hijos, y mis hijos están escuchando a Shakira, y eran fanáticos de Shakira, y ¿qué les voy a decir a mis hijos? ¿Que me llamó Shakira y yo le digo que no porque tengo algún tipo de prejuicio? ¡Es absurdo! Eso fue otro elemento determinante. Y sobre todo ella fue muy dulce conmigo y fue además muy inteligente porque también ella me llamó, me dijo: “estamos cerca, vení, escuchá, si te gusta bien y si no, no”. La verdad que yo tenía cierta fascinación por la manera en que ella encara su carrera, la manera que ella maneja muchas de las cosas que hace, la energía que tiene. Quería ver un poco de qué se trataba y ya en el in situ, ya cuando nos pusimos a trabajar, la energía fluyó de lo más bien, así que no me preocupo. Y nunca me preocupó en lo más mínimo qué iban a decir, eso no era mi problema. Creo que yo tenía que saltar una cantidad de cosas que tienen que ver a veces con preconceptos, nada más.

¿Cómo terminas el año?

Voy a seguir tocando bastante, después de aquí viene Colombia, Venezuela, Chile, algunas cosas en Argentina. Después nos vamos a Europa: España, voy a tocar en Londres por primera vez. Ya estamos cerca de noviembre, y seguirán algunas cosas más. La verdad que no me pongo zanahorias muy lejanas porque sabés cómo es la vida, mejor vivirla así. Me va a llevar un muy buen tiempo estar tocando este disco, así que ahí vamos.